COMPOSICIÓN Y PAUTAS DE REPOSICIÓN DE LÍQUIDOS (PRIMERA PARTE).
Aunque en general una dieta
equilibrada y una correcta hidratación son la base para cubrir los requerimientos
nutricionales en la mayoría de las personas que hacen deporte, se sabe que
existen necesidades específicas que van a depender de diferentes factores, como
son las condiciones
fisiológicas individuales, el
tipo de deporte practicado, el momento de la temporada, el entrenamiento
y el periodo de competición. Los
dos hechos demostrados que más contribuyen al desarrollo de fatiga durante el
ejercicio físico son la disminución de los hidratos de carbono almacenados en
forma de glucógeno en el organismo y la aparición de deshidratación por la
pérdida por el sudor de agua y electrolitos. Quien quiere optimizar su
rendimiento deportivo necesita estar bien nutrido e hidratado.
EVALUACIÓN DE LA NECESIDAD DE LÍQUIDOS
La reposición más importante en
relación con el esfuerzo físico es el restablecimiento de la homeostasis, alterada
por la pérdida de agua e iones. De hecho, incrementos en la temperatura y
humedad ambientales aumentan la cantidad de sudoración en, aproximadamente, 1
litro/hora.
La evaporación del sudor es el
mecanismo más eficiente para evitar el calentamiento del núcleo interno, con el
grave riesgo de patología por calor que suponen temperaturas por encima de los
30ºC. Dependiendo de la variación individual, del tipo de ejercicio y,
fundamentalmente, de la intensidad del mismo, la cantidad de sudor puede incluso
alcanzar valores iguales o superiores a3 litros/hora. Estas pérdidas de líquido
interno, necesarias para producir un enfriamiento en la piel mediante la
evaporación del sudor, llevan al deportista a una deshidratación por una
hipovolemia hiperosmótica (debido a que el sudor es hipotónico con respecto al
plasma). Finalmente, cuando la capacidad de producir sudor comienza a
limitarse, el núcleo interno sube de temperatura y aumenta el riesgo de una
patología grave
por calor.
Aunque entre hombres y mujeres
que no realizan ejercicio físico existe una diferencia en la capacidad de
termorregulación favorable a los varones (entre otras razones por su mayor superficie
corporal y menor contenido en grasa subcutánea), cuando se comparan deportistas
de ambos sexos la diferencia se minimiza, ya que el grado de entrenamiento,
aclimatación, contenido en grasa, etc., es similar y, si fuera
ligeramente favorable al varón,
las mujeres lo compensan gracias a su mayor eficacia en evaporar
el sudor.
Aproximadamente el 80% de la
energía producida para la contracción muscular se libera en forma de calor en
el organismo, que debe eliminarse rápidamente para no provocar un aumento de la
temperatura corporal por encima de un nivel crítico que tendría consecuencias muy
negativas para la salud. El mecanismo dela sudoración, al mismo tiempo que “enfría”
el cuerpo, provoca una importante pérdida de líquidos.
La deshidratación progresiva
durante el ejercicio es frecuente puesto que muchos deportistas no ingieren
suficientes fluidos para reponer las pérdidas producidas. Esto no sólo va a
provocar una disminución del rendimiento físico, sino que además aumenta el
riesgo de lesiones, y puede poner en juego la salud e incluso la vida del deportista.
Por este motivo es muy importante elaborar una estrategia capaz de mantener un nivel
de líquido corporal óptimo mientras se hace ejercicio (tanto en los
entrenamientos como en la competición).
La deshidratación afecta el
rendimiento deportivo porque:
– Disminuye la obtención de
energía aeróbica por el músculo.
– El ácido láctico no puede ser
transportado lejos del músculo.
– Disminuye la fuerza.
En función de la proporción de
líquidos perdidos se pueden producir las siguientes alteraciones:
– Pérdida del 2%: descenso de la
capacidad termorreguladora.
– Pérdida del 3%: disminución de
la resistencia al ejercicio, calambres, mareos, aumento del riesgo de sufrir
lipotimias e incremento de la temperatura corporal hasta 38 grados.
– Pérdida del 4-6%: disminución
de la fuerza muscular, contracturas, cefaleas y aumento de la temperatura
corporal hasta 39 grados.
– Pérdida del 7-8%: contracturas
graves, agotamiento, parestesias, posible fallo orgánico, golpe de calor.
– Pérdida mayor de un 10%:
comporta un serio riesgo vital.
Por ello, aunque existen
características individuales que establecen diferencias muy marcadas entre los
deportistas (factores ambientales, aclimatación previa, estado de entrenamiento,
peso corporal, ingesta de fármacos, etc.), se puede decir que el primer consejo
que debe establecerse en relación con la realización de un ejercicio físico, más
o menos intenso, es la necesidad de reponer los líquidos perdidos.
El descenso de peso producido
por la evaporación del sudor es muy variable. Una manera sencilla de saber la
cantidad de agua perdida en una actividad física es pesarse antes y después de
realizar el ejercicio, ya que en esfuerzos inferiores a 3 horas la pérdida de
agua por la respiración es poco significativa, comparada con la que se produce
a través del sudor. Si el deportista se pesa en las mismas condiciones durante
varios días (al levantarse, por ejemplo), las variaciones pueden reflejar su
estado de hidratación previo al esfuerzo
y, al comparar el peso antes y después de la actividad física, se determina el
grado de deshidratación provocado por el ejercicio. También la densidad de la
orina (examinada mediante los cambios de coloración) puede ser un complemento
de la observación anterior.
NECESIDADES DE ELECTROLITOS
Debido a que el líquido que se
pierde del medio interno se elimina en forma de sudor, su composición es clave
para determinar las cantidades de solutos que hay que reponer. Sin embargo, se debe
tener en cuenta que el rango de electrolitos en el sudor es muy amplio y varía
en función del grado de aclimatación. La concentración del ión sodio en el
sudor oscila entre 10 y 70 mEq/L, la del ión potasio entre 3 y 15 mEq/L, la del
ión calcio entre 0,3 y 2 mEq/L y la del ión cloruro entre 5 y 60 mEq/L. Debido
a que la aclimatación mejora la capacidad para reabsorber Na+, las personas adaptadas a las condiciones
ambientales de la zona presentan concentraciones más bajas de Na+ en el sudor (más del 50% de reducción).
Electrolitos durante el ejercicio
La reposición de los iones tiene
una jerarquía basada en la situación clínica que puede producir
la alteración de cada uno: la
disminución de los niveles de sodio en sangre durante los esfuerzos físicos ha
provocado situaciones de máxima gravedad e incluso el fallecimiento del
deportista. La hiponatremia asociada a beber agua sola en ejercicios de larga duración
ha sido causa de graves patologías(desorientación, confusión e incluso crisis
epilépticas). Durante este tipo de esfuerzos, el consumo de grandes cantidades
de agua pura puede ocasionar un desplazamiento de Na+ del medio extracelular hacia el intestino, ocasionando
una aceleración en la reducción del Na+
plasmático. De hecho se han
producido muertes por encefalopatía hiponatrémica relacionadas con un elevado
consumo de agua (como en el maratón de Boston de 2002).
El
ión sodio es, por tanto, el único electrolito que añadido a las bebidas
consumidas durante el ejercicio proporciona beneficios fisiológicos.
Una concentración de Na+ de 20 a 50 mmol/L (460-1150 mg/L) estimula la llegada
máxima de agua y carbohidratos al intestino delgado y ayuda a mantener el
volumen de líquido extracelular.
Las pérdidas del ión potasio son
mucho menores (4-8 mmol/L), lo que, asociado a la hiperpotasemia
observada en los esfuerzos
físicos intensos, hace que su reposición no sea tan necesaria como la del ión
sodio, al menos durante el tiempo que dura la ejecución del esfuerzo, aunque sí
es conveniente que se incluya en las bebidas utilizadas para reponer las
pérdidas una vez finalizada la actividad física, ya que el potasio favorece la
retención de agua en el espacio intracelular, por lo ayuda a alcanzar la
rehidratación adecuada.
Electrolitos después del ejercicio
Aunque la reposición
electrolítica, al finalizar la ejecución de un esfuerzo, depende de numerosas circunstancias
(duración, temperatura y humedad de la zona, aclimatación, etc.), hay algunos
hechos
fundamentales que pueden marcar
las pautas:
- La ingesta de agua sola en un
organismo deshidratado por las pérdidas sudorales (como ocurre después de hacer
ejercicio intenso y/o durante el transcurso del mismo), tiene como consecuencia
una rápida caída de la osmolalidad plasmática y de la concentración de sodio lo
que, a su vez, reduce el impulso de beber y estimula la diuresis, con
consecuencias potencialmente graves como la hiponatremia.
Por ello, la rehidratación
posterior al esfuerzo físico no se consigue de forma adecuada con agua sola. La
cantidad de orina eliminada después de un esfuerzo físico es inversamente proporcional
al sodio ingerido. Este ión es el único que ha demostrado su eficacia en
estudios de reposición de líquidos.
– En el ejercicio, durante la
contracción muscular, se produce una pérdida de K+
intracelular debido a la actividad
muscular y, como resultado, hay un aumento de la concentración plasmática de este
catión; tras el ejercicio se recupera la concentración de K+ intracelular de los músculos y los niveles
plasmáticos de
este ión vuelven rápidamente a
sus valores basales. No existen evidencias de que las pérdidas de este ión,
como resultado del ejercicio, sean de la suficiente magnitud como para afectar
la salud o el rendimiento del deportista.
De todas maneras, hay que
recordar que el potasio ayuda a alcanzar una rehidratación adecuada (optimiza la retención de agua), por
lo que resulta positiva su inclusión en las bebidas utilizadas después del
ejercicio.
" CHINCHU"
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